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¿Quién soy?

El misterio

J.T.Leroy

¿Por qué lo hice?

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Soy Laura Albert, pero quizá me conocéis más como J.T. Leroy. Nací en Nueva York, el dos de noviembre de 1965, es decir, tengo 52 años. Si todavía no sabes quien soy, busca mi nombre en los periódicos de cualquier país y me encontrarás bajo titulares como ``Mayor fraude literario del siglo XX´´. Pero antes de contaros cómo me descubrieron, os voy a enseñar como empezó todo.

 

A principios de los noventa, era música y trabajadora de líneas telefónicas sexuales de San Francisco con un pasado difícil. Sufrí abusos sexuales desde los tres años, pasé temporadas al cuidado de los servicios sociales, en un manicomio con 14 años y sufrí desórdenes alimenticios. Con el tiempo me aficioné a llamar a los teléfonos de protección del menor haciéndome pasar por un chico llamado “Terminator”.

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Este nombre evolucionó a J.T. Leroy, un chico de 21 que con 12 había empezado a prostituirse travestido por su propia madre, también prostituta y drogadicta.  Uno de los terapeutas que me atendía la línea, Terrence Owens, me animó, o mejor dicho animó a Leroy  a escribir sus historias a modo de terapia y, asombrado por su calidad, las movió en sus contactos del mundo literario. 

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 Para que mi montaje fuera mucho más

 espectacular decidí mezclarme con

nombres famosos. Firmé mi primer

contrato literario y en 1999 publiqué

primero una novela, Sarah, y más tarde

una colección de 10 relatos

autobiográficos como Leroy. 

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Sarah se hizo célebre, por la manera en la que relataba una historia autobiográfica sobre abusos a un menor. Se estaba librando de una vida sucia y entregada a las drogas gracias a la literatura. Esto llamó la atención de cuantos leían mi novela. 

``A veces me ponía lazos en el rizado y largo cabello, y me echaba gel hasta hacerlo brillar como el de Sarah. De vez en cuando, cuando sabía que ella se había ido unos días con un cliente a jugar en un barco del delta, yo recorría las líneas que separaban los camiones, que parecían líneas de un tablero de tres en raya, y me hacía pasar por una chica nueva, mercancía nueva, y hacía ver que estaba dando un paseo. No salía de las sombras, y si algún putero o alguna puta me llamaba, echaba a correr. Les dejaba ver lo suficiente para que se interesaran por saber quién podía ser aquella misteriosa chica. Creía que nadie me había visto bien para saber que era yo. Me convencí de que era como un héroe de cómic, que se oculta en las sombras...". 

 

 

 

 

 Era más atrayente al público leer libros de un joven autor con un vida desdichada y escribiendo para librarse de las drogas y la vida inmoral que leer los libros de un autora de 41 años. Además, ¿desde cuando está bien visto leer a una mujer que habla de prostitución?  

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Al principio, cuidé de mantener el anonimato, que incrementaba el misterio en torno a Leroy, pero pronto vi que para explotar el fenómeno hasta sus últimas consecuencias necesitaba una persona de carne y hueso yendo a eventos y dando entrevistas. Ahí es donde recluté a la hermana de mi pareja, Savannah Knoop, una adolescente de aspecto andrógino, y la lancé al mundo como Leroy, escondida bajo una peluca y unas gafas. Yo misma la acompañaría a todos los actos haciéndome pasar por su mánager, Speedie, o por su terapeuta, Emily Frasier.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ahí es donde empieza la verdadera celebridad de Leroy. Aduciendo que es demasiado tímido para leer en público, organizan lecturas multitudinarias en las que actores famosos como Ryder o Modine relatan sus historias. Tom Waits me deja mensajes de fan en el contestador, Bono me da pases vip para el backstage de un concierto de U2 y una vez allí empieza lo que denomino “la charla de Bono”, la introducción oficial en el mundo de la celebridad. 

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Aunque parezca mentira, el montaje duró y llegó hasta sititos tan bien iluminados como el festival de Cannes, donde Asia Argento, que se embarcó en una relación sentimental con Savannah pensando que era Leroy, presentó la película que rodó basada en uno de mis relatos.

 

 

 

Hasta que en 2006 un artículo en la revista New York y otro en The New York Times desmontaron el entramado. El documental pretende ahora escribir la coda contando la historia del lado de Laura Albert, que aparezco en la mitad del metraje y cedo todas las cintas que grabé durante aquellos años. Según el director, se trata de “una historia que saltó del libro”. Mis antiguos editores, que me ganaron una demanda, prefieren llamarlo fraude. Y para muchos de los famosos que quedan retratados, es un capítulo que preferirían olvidar.En 2005 me retiré de la literatura. Fui condenada por un tribunal federal de Nueva York a pagar a la productora de cine Antidote International Films quien compró los derechos para llevar Sarah al cine 116.500 dólares por fraude, daños y perjuicios.  

Pero con esto no muere J.T.Leroy ya que alguien más se aprovechó de este personaje ficticio. Sí, la misma que me ayudó a personificarlo: Savannah Knopp. Escribió el libro Girl Boy Girl: Cómo me convertí en J. T. LeRoy. Y hasta el director que iba a dirigir Sarah quiere ahora escribir un guión mezclando la novela con la historia real del fraude. J. T. Leroy se resiste a morir. 

¿Cómo llegó el fin?

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